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domingo, 7 de julio de 2013

La Rosa





En el primer día de clase nuestro profesor se presentó a sus alumnos, y nos desafió a que nos presentásemos a alguien que no conociéramos todavía. Yo permanecí de pie mirando alrededor  cuando una mano suave tocó mi hombro. Miré  para atrás y vi una pequeña señora, viejita y  arrugada, sonriéndome radiante, con una sonrisa que iluminaba todo su ser.
Ella dijo:
- Hola buen mozo. Mi nombre es Rosa. Tengo ochenta y siete años de edad. Puedo darte un abrazo?
Yo reí, y respondí entusiásticamente:
- Claro que puedes! - y ella me dió un gigantesco apretón.
- ¿Por qué estás en la facultad a tan tierna e inocente edad? - pregunté.
Ella respondió bromeando:
- Estoy aquí para encontrar um marido rico, casarme, tener un par de hijos, y luego jubilarme y viajar
- Estás bromeando – le dije.
Tenía curiosidad por saber lo que la había motivado a entrar en ese desafío a su edad, y ella dijo:
- Siempre soñé con tener  estudios universitarios, y ahora ¡lo estoy haciendo!
Después de la clase  caminamos para un lugar  de reunión  de estudiantes, y compartimos un "milkshake" de chocolate. Nos volvimos amigos instantáneamente.
Todos los días en los próximos tres meses  tendríamos clase juntos y hablaríamos sin parar.
Permanecía siempre extasiado escuchando aquella "máquina del tiempo" compartir su experiencia y sabiduría conmigo. En el transcurso  del año, Rosa se volvió un ícono en el  campus universitario, y hacía amigos fácilmente, donde quiera que fuese.
 Adoraba vestirse bien, y gozaba con la  atención que
le daban los otros estudiantes.
¡Ella disfrutaba de la vida!
Al  final del semestre  convidamos a Rosa para hablar en  nuestro banquete de fútbol 
Jamás olvidaré lo que ella nos enseñó.  Fue presentada y se aproximó al podio. Cuando  comenzó a leer  su discurso preparado, dejó caer al piso tres de las cinco hojas.
Frustrada y un poco nerviosa, tomó el micrófono y dijo simplemente:
- Discúlpenme,  ¡estoy tan nerviosa! Dejé de beber allá por Pascua, y este whisky me está  matando!  Nunca conseguiré colocar mis papeles en orden nuevamente, entonces permítanme hablarles  sobre aquello que yo sé.

Mientras nos reíamos, ella limpió su garganta y comenzó:
- No dejamos  de amar porque envejecemos; envejecemos porque dejamos de amar. Existen algunos  secretos para continuar  jóvenes, felices y exitosos. Es necesario  reir y encontrar el humor en cada día. Es necesario tener un sueño. Cuando se pierden los sueños, uno se muere. Hay tantas personas caminando por ahí que están muertas y ¡no se dan cuenta! Hay una enorme diferencia entre envejecer  y  crecer.
Si  tienes  19  años y te quedas acostado en la cama por un año entero, sin hacer nada  productivo, llegarás a los  20 años. Si yo tengo 87 años y me quedo en la cama por un año sin hacer cosa alguna, llegaré a los 88  años. Cualquier persona  consigue envejecer. Eso no exige talento ni habilidad. La idea es crecer  siempre encontrando oportunidades en las novedades. Para  eso no se precisa ningun talento o habilidad. La idea es crecer siempre encontrando la oportunidad de cambiar. No tengas remordimientos. Los viejos generalmente no se arrepienten de aquello que hicieron, sino de aquellas cosas que dejaron de hacer. Las únicas personas que tienen  miedo de la muerte son aquellas que tienen  remordimientos.
Ella concluyó su discurso cantando alegremente “La Rosa".
Nos desafió a cada uno de nosotros a estudiar poesía y practicarla en nuestra vida diaria. Al final del año Rosa terminó el último año de la facultad que había comenzado  tiempo atrás.
Una semana después de su graduación, Rosa murió tranquilamente en su sueño.
Mas de dos mil alumnos de la  facultad fueran a su funeral, en honor a la maravillosa mujer que enseñó, a través del ejemplo, que nunca es demasiado tarde  para ser todo aquello que podemos probablemente ser.

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